Aquí no se habla del Mío Cid, sino de "los Cid míos".

Aquí no se habla del Mío Cid, sino de "los Cid míos".
Los protagonistas de estas historias: Ramonín, Elaine y Camila (mi familia). IMPORTANTE: Ninguno fuma, y nunca lo hago cerca de ellos.

lunes, 29 de octubre de 2007

Temporada de cata. Día 8


DIA DE CATA 8. PAZ RELATIVA. TRIFULCAS ENTRE LA SOLDADESCA. Heridas leves en el Alto Mando.

Hoy es un día común, salvo porque me apresto a estrenar una nueva pipa, con mi agradecimiento a Joaquín, del Circulo de la Pipa de México (CPM), así como de otro tabaco proveniente de Torreón (gracias como siempre, Rene).

En estos días ya a esta hora (7:00 pm) para fumar con cierta tranquilidad y autonomía en casa debo pastorear a mis crías de una manera particular: mientras Ramonín disfruta doméstica y pacíficamente la TV antes de su baño, Camila se encarga de vaciar una caja llena de objetos de los más diversos tipos, tamaños y colores, que el paciente padre llena cada vez que la chiquilina termina. Todo esto lo hace desde su corral, que también lo he situado frente a la TV, para desde una sola posición (a unos 3 mts, en la puerta de la casa), yo pueda controlar a los pequeños, mientras Elaine prepara la comida.

La estrategia de sacar y meter cosas de la caja funcionó muy bien a mi favor los primeros dos días, y Camila se demoraba unos 20 minutos cada vez (sacaba el objeto con una mano, lo observaba detenidamente, lo cambiaba de mano un par de veces, luego lo mordía y lo babeaba todo lo humanamente posible, lo ponía a su lado, y empezaba con otro, y así…..), por lo que yo podía fumar mi pipa plácidamente, y al rato acercarme y rellenar la caja…secular seculorum.

Camila mejoró concienzudamente el método (ahora muerde y babea uno de cada tres, y lanza fuera del corral dos de cada cinco), lo que se me convirtió en un tormento de Sísifo combinado con hacer malabares con la pipa (debo dejarla en un lugar seguro antes de acercarme a la beba, limpiarme bien las manos y rellenar la caja a toda velocidad, pues Camila entonces se obstina y pide por señas y graznidos que la saquen del corral).

Dia 8. Bitácora del Capitán.
Gas lacrimógeno: Commonwealth (SG)
Dispositivo anti-motín: Chadwick
Amotinados: Ramonín y Camila (Elaine solo actuó como elemento represivo)

Tal como van las cosas, relleno la caja de juguetes de Camila, pongo en la TV el episodio favorito de los Power Rangers a Ramonín, y empiezo a cargar la pipa con el Commonwealth. La operación de apertura de la lata y esnifado del tabaco la reduzco a un par de segundos, pues estoy ganando segundos preciosos de fumada a toda costa (de reojo observo la destreza de Camila sacando tarecos de la caja y dispersándolos alegremente en un radio de 3 metros a la redonda, y por su cadencia de disparo calculo unos 2 minutos máximo antes de que me toque el turno de rellenado).

El olor es agradablemente intenso, latakiado, por lo que de primera sé que me va a gustar. Empiezo encendiendo (sin quitar los ojos de la catapulta humana), y el tabaco arde de maravillas, sin complicaciones en el arranque.

En un par de pitadas, el sabor se entroniza con un Latakia fuerte y seco, que aunque al final la mezcla en general se saborea como “un poco suave” o más “neutra” para mí, marca la diferencia con otros tabacos parecidos.

La combustión es excelente, y se mantiene encendido aún a pesar de mis repetidas paradas para serviciar el llenado de la caja de Camila, dejando la pipa en un pequeño adorno de porcelana que está sobre una mesita cerca de la puerta de la calle.

Al rato, Ramonín salta:

- Papá, quiere cargue a Camila, pa favooooor…….

El granujilla insiste en la cabrona costumbre de hablar en tercera persona, a pesar de que lo he amenazado un par de veces (en privado) con hacerle la lobotomía si continua en esa.

- Déjalo, que eso es bueno para que los hermanitos se quieran y compartan juntos- interviene mi esposa desde la cocina.

Ok, hecho. Ramonín entra al corral y se sienta a espaldas de Camila, mientras la abraza amorosamente (en la opinión de Elaine, para mí que la estaba apretando demasiado, pero me lo callo, por si acaso).

Mi esposa y yo nos quedamos mirando extasiados la imagen angelical de los dos querubines…

Un milisegundo después, Camila se voltea como un rayo y se prende de la oreja izquierda del hermano con una mordida colosal, a lo que Ramonín (presa de pánico, en legítima defensa y con peligro para su vida), responde con un alarido mientras le encasqueta a la susodicha en la cabeza la caja plástica donde segundos antes sacaba y metía los objetos.

La madre se lanza a separarlos, rescatando a Camila, que bufa y resopla con la caja hundida hasta los hombros (por detrás parecía la versión mini de Darth-Vader, pero no consideré oportuno bromear al respecto), y yo por mi lado a buscarle hielo a Ramonín.

En el ajetreo de gritos, recriminaciones e investigación de los hechos, le di accidentalmente un golpe con la cazoleta de la pipa a la figurilla de porcelana que me servía de reposa-pipas, a la cual no se le ocurrió otra cosa que caerse al piso y hacerse añicos.

Con los ánimos calmados, luego de contar las bajas y cuantificar los daños materiales de esta trifulca en medio del humo (a todas estas, se me olvidó soltar nuevamente la pipa), comenzamos a recoger los fragmentos de porcelana. La figurita en cuestión se rompió en mil pedazos, de los cuales logramos recoger novecientos noventa y nueve. El fragmento número 1000 me lo encajé yo en la planta del pie derecho, cuando fui a buscar los fósforos para encender de nuevo.

Me gusta andar descalzo en casa, y qué? Esto viene de familia. A mi hermano, por ejemplo, cuando era pequeño, mi abuela lo bañaba con los zapatos puestos, por aquello de que “después no se los deja poner de nuevo……”.

Ahora, en mi retiro de convaleciente - en el sofá, con pie en alto y una curita en la planta - logro cierta consideración por parte de Elaine (se me permite magnánimamente terminar la fumada sin tener que cargar a Camila, que observa desenfadadamente a su víctima con cara de vaca mirando al tren), y una admiración respetuosa por parte de mi agredido primogénito, con el que intercambio dolencias:

- Mira, campeón, mi “yaya” es más grande que la tuya- le muestro mi cortadura con cara compungida- y me duele más que a tí tu oreja. Ves? No lloro.

- Si, si, papá, ya, ya, no pasa nada - me consuela, olvidándose por unos instantes de su oreja tumefacta.

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