Aquí no se habla del Mío Cid, sino de "los Cid míos".

Aquí no se habla del Mío Cid, sino de "los Cid míos".
Los protagonistas de estas historias: Ramonín, Elaine y Camila (mi familia). IMPORTANTE: Ninguno fuma, y nunca lo hago cerca de ellos.

viernes, 31 de agosto de 2007

Temporada de cata. Día 6


DIA DE CATA 6. SERVICIO RELIGIOSO A LAS TROPAS Y ENTRENAMIENTO SUBACUÁTICO. La lluvia como control de la calidad en la albañilería y como determinante económico.

Bien, acabamos de bautizar a Camila. Esto en breve significa que a partir de ahora es católica, apostólica y romana, pero parece que el cambio es a largo plazo, pues hasta ahora no he notado la diferencia entre su estado anterior y el post-bautismal. Con Ramonín…no me acuerdo. Ah, si: cuando era “normal” estaba bien (hasta los 5 meses), luego el mismo día de su bautizo empezó a morderse los dedos de los pies, y hasta ahora estoy luchando por quitarle la costumbre.

Bueno, veamos: Puede ser que hoy Camila tenga hoy un diente adicional, pero la verdad es que desde hace una semana no le hurgo en las encías .....

En general, la ceremonia transcurrió sin novedad en el frente. Camila se portó como si con ella no fuera, no dejó de chuparse el dedo ni cuando el cura la roció con el agua bendita en la pila bautismal. Ramonín hizo lo que todo orgulloso padre espera de un niño de 4 años en una iglesia: retozó todo lo que le dio la real gana entre los bancos y pintó monerías a otros chiquillos que estaban por ahí, pero no hubo daños materiales de consideración, ni interrupciones en el oficio imputables a mi nene. Los demás, bien.

No pude fumar en toda la ceremonia, por motivos logísticos, así que esperé con la paciencia de una ostra hasta llegar a casa.

Para esta temporada, habían arribado huestes gauchas, gracias al amigo Walter Paterno, el cual en su Buenos Aires querido está enfrascado en hacerle pleno honor a su apellido en estos tiempos.

Llegamos al apartamento, nos quitamos los arreos de campaña, y cada cual a lo suyo: Ramonín a jugar y revolcar cosas en su cuarto, Camila en el piso de la sala sobre un fino edredón (ya está entrenándose en el gateo), Elaine a planchar alguna ropa en nuestro cuarto, y yo a supervisar a los nenes. Como está lloviendo, puedo irme al patio trasero y fumar allí con la ventana abierta (el viento está a mi favor, por lo que la lluvia no entra de ese lado). El viento sopla desde la parte de la sala, pero igual el balcón de la sala está completamente acristalado a la redonda, y aunque a veces el agua se cuela por entre los cristales, siempre hay una caída de nivel que permite que esta se vaya por otro lado. Camila está segura y seca.

Día 6. Bitácora del Capitán.

Tabaco: Argento Negro
Pipa: Claude Romain
Espectadores: Ninguno. Ya les importa un carajo.

Me gusta el olor de este tabaco. Es fuerte y a la vez algo dulce. La picadura está húmeda, por lo que parece que el envase garantiza el sellaje.

Cargo la pipa y enciendo, mientras disfruto el sonido del agua cayendo y el panorama desde mi ventana. En realidad, disfruto a medias el sonido de la lluvia, pues tengo que estar al tanto de Camila, aunque sea sónicamente. Por ejemplo, ahora Camila dice ininterrumpidamente mientras gatea; ñam, lam, ta, ta, ta, ta ñanm, ñam, y así.

Mientras haga esto, es normal y no hay que preocuparse, solo mantenerse a la escucha (como el tipo del submarino). Si para, o cambia el código, hay que dejar lo que se está haciendo e ir a mirar, pues entonces pasó a otra actividad, o está en problemas (y consiguientemente, yo también, por no estarla observando).

Volviendo a la ventana, la lluvia y el Argento: Esto de la lluvia me recuerda lo efímeras y volátiles que son las posibilidades y deseos materiales de una persona, y como el destino se encarga de regular meteorológicamente el capital de las personas (el que tiene, o el que pudieran tener). Les digo por qué:

Una vez, mi padre (Q.E.P.D.), trajo a casa un cerdo pequeño (de unas 40 libras), hace alrededor de unos 15 años. Ese día, lluvioso como hoy, soltamos al cerdito en su corral (en el patio trasero de mi casa natal), y nos sentamos mi hermano y yo a tomarnos una botella de ron con el viejo. Mi papá era un economista brillante y el tipo más especial de este mundo, y empezamos a beber y a conversar, mirando la lluvia y reflexionando sobre los próximos pasos a seguir con relación al nuevo integrante porcino de la familia. Mi viejo empezó más o menos así: “bueno, tenemos un cerdo de unas 40 libras. Me costó 400 pesos. Con 400 pesos más, compramos un saco de pienso, lo mezclamos con otro saco de maíz, etc, y esto nos dá para unos tres meses de comida. Luego, seguimos en ese orden hasta que logremos que el cerdo alcance unas 200 libras. Habremos invertido X cantidad de dinero, y podemos sacrificar el animal, vender la mitad de la carne, recuperamos la inversión, guardar la otra para nosotros, vender la manteca, que eso representa TANTO y MAS CUANTO dinero, con el que compramos otro cerdo y unos pollos. Los pollos se alimentan con TANTO y MAS CUANTO dinero, y así……” En fin, a la altura de la segunda botella de ron, y continuando en progresión geométrica las disquisiciones financieras-empresariales de papi, dejamos la conversación con un imperio de varios miles de millones de dólares, miles de hectáreas en haciendas, mi hermano estudiando en Oxford y yo Director General del Banco Mundial: y todo a partir de un cerdito de 40 libras, y algunos años de negocios a partir de esta base.

Resumen del final: escampó aquella tarde, mi abuela tenía una lata al aire libre con veneno para ratas, la lluvia mojó este veneno y lo dejó que parecía pienso animal (comida para puercos); mi mamá agarró la dichosa lata, le sirvió esto al cerdo, y el mismo (por tal de joder a mi papá) se murió ese día. No somos millonarios por un cabrón aguacero……

El Argento Negro quema muy bien, nada de picor en la lengua, y un sabor fuerte, que me agrada sobremanera. A los 30 minutos de plácida y agradable fumada, Ramonín cruza de su cuarto a la sala a buscar algo, pero no le presto mucha atención, pues Camila sigue “ñam, ñnam ta, ta, ta”.

Regresa el Ramon, y dice:
-Papá, Camila tá naando.
-Ah, qué bien, qué bien - le aliento yo para que siga, pues no entendí.
-Naando, naando mojao, papá- se explica más claramente el chico.

Coño, por las dudas me asomo a la sala, y el pequeñejo tenía razón ¡!!!!!! Camila estaba “nadando” literalmente, pues el agua había entrado y llegó hasta ella (en otra ocasión explico el por qué es posible que el agua de lluvia corra desde el balcón a mi sala, pero lo supe solo a partir de este momento), pero la susodicha ni se dio por enterada, y seguía en su letanía (eso sí, braceaba un poco), aunque con la cabecita bastante empinada.

Ahogué un grito de terror (no por Camila, sino para que Elaine no se enterara), solté la pipa en manos de Ramonín (no me dio tiempo a dejarla en otro lado) y saqué del agua a mi zarigüeya recién bautizada. Como en el cuarto de Ramonín se guarda la ropa de Camila, no hubo problemas de arreglar la situación, y la jefa seguía planchando en la otra habitación, ajena al desastre.

Recupero los ánimos, solo para volver a perderlos segundos después: Ramonín sopló por la boquilla de la Romain como si fuera Louis Armstrong, así que luego de aplicarle sólo un par de nalgadas (no podía esmerarme, pues tenía a Camila cargada y babeándome el cuello), le arrebaté la trompeta (perdón, la pipa, o a los efectos de Ramonín: trom-pipa o pi-peta) al mocoso y a ponernos todos en cuatro patas a recoger cenizas y picadura de la alfombra.

Terminamos, ya si esperanzas de cargar otra vez. Ramón, a lo suyo, Camila al cochecito, Elaine, planchando (este episodio no me llevó más de 50 minutos), y yo, ahora a buscar el balde y los utensilios de limpieza, que voy a recoger agua de la sala.